Hacer historia

La razón por la que tal vez muchos hayamos oído hablar de Medellín por primera vez, es a lo mejor por el cártel de Medellín que lideraba Pablo Escobar, pero Medellín es mucho más que eso, es la capital del departamento de Antioquia, tiene una de las mejores universidades del país y en sus barrios se organizan orquestas que siguen siendo instrumentos de paz, de tregua, para no volver a cometer los mismos errores del pasado. Medellín es también conocida como la ciudad de las flores, o la ciudad de la eterna primavera, y es que Colombia es el país con más variedad de aves del mundo y en la ciudad se pueden encontrar varias de esas aves.

Como toda gran ciudad en el Sur del continente, Medellín es atravesada por la pasión del futbol albergando a dos de los clubes más importantes del país, el Atlético Nacional y el Deportivo Independiente Medellín (DIM), quienes protagonizan uno de los derbis más emblemáticos de Colombia.

Muchos dicen que el DIM es pueblo, incluso Gabriel Romero le hizo un himno al más puro estilo paisa titulado “El Glorioso DIM”, combinando los ritmos más emblemáticos de Antioquia. Lo cierto es que, de los dos equipos, el más ganador siempre fue Atlético Nacional. Nacional tiene dos copas Libertadores, lo cual no es poca cosa. La primera la ganó en 1989 contra Olimpia de Paraguay ya la segunda en 2016 venciendo a Independiente del Valle. A ese club ganador e histórico en Sudamérica llegó el mexicano Efraín Juárez, con la obligación, como en cualquier equipo grande, de ganar títulos. La pregunta que se hacían los medios colombianos y hasta mexicanos era ¿está preparado Juárez para dirigir a Atlético Nacional?

Como futbolista ‘Efra’ tuvo una carrera muy interesante, siendo transferido de la cantera de Pumas al juvenil A del Barca, volvió a México para debutar en primera con Pumas y decidió aceptar el reto de ir a jugar al Celtic de Glasgow, el equipo más ganador de Escocia. Jugó en los Vancouver Whitecaps, en Rayados, América y se retiró en el Vålerenga de Noruega. Según cuenta Pepe del Bosque, el noruego Ronny Deila, quien lo dirigió en el Vålerenga, fue su mentor ya que lo llevó primero a la MLS con el New York City y después a Bélgica con el Standard Lieja y el Brujas como asistente.

Muy pocos ex futbolistas mexicanos tienen la suerte de contar con ese bagaje, con esa experiencia. A Juárez no le ponía nervioso dirigir a un equipo grande porque jugó en equipos grandes, no le temía a un shock cultural porque jugó en países muy lejos de las latitudes en las que se encuentra México.

Pienso, que lo más valioso de que Efraín Juárez haya salido campeón, es que puso en el mapa la personalidad del mexicano, primero siendo estigmatizado por los festejos eufóricos, o por haber bebido tras ganar la copa de Colombia, y después habiendo dejado eso de lado, porque en el mundo del futbol, no hay argumento más poderoso que el triunfo. Juárez ganó dos copas en cuatro meses e hizo historia, porque solo dos técnicos lo habían logrado en Colombia, Pedernera en el 53 con Millonarios y Juan Carlos Osorio con Nacional en 2013. Llegó con mucha convicción, habiendo dejado a su familia por aceptar ese reto y con un objetivo en mente, hacer todo lo posible para que su equipo saliera campeón.

Juárez cumplió con la descripción que hace Octavio Paz del mexicano aprovechando la instancia de la fiesta para exaltarse, para entregarse a la euforia de ese momento y para mostrarse sin máscaras en el preciso instante en el que su nombre se hizo inmortal en el Club Atlético Nacional de Medellín, y por primera vez en la historia, se ondeó una bandera mexicana en el estadio Atanasio Girardot.

El técnico mexicano se hizo noticia nacional rápidamente y ese ‘hype’ también es algo valioso, porque Juárez, con ese doblete, pavimentó el terreno internacional que muchos mexicanos que vienen detrás suyo pretenden transitar, y eso, es algo muy valioso.

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