La Máquina Celeste

Después de esa épica final en la que Moi Muñoz cabecea en el área en los descuentos y en la que Layún patea ese último penal para darle el campeonato al América, se acentúo eso de que ser del Cruz Azul era sinónimo de tener mala suerte, de quedarse cerquísima pero no lograr llegar al destino, de nadar muchísimo para al final morir ahogado en la orilla. Era tan fuerte que hasta se inventó el verbo “cruzazulear” para describir todo acontecimiento de índole frustrada, perdedora, inconclusa. 

Entonces el Cruz Azul salió campeón con el peruano Juan Máximo Reynoso y de pronto el verbo se comenzó a usar cada vez menos, era el resurgir de un grande. Y es que hagamos memoria, ese Cruz Azul comandado en la cancha por el gatillero Juan Francisco Palencia, Tomás Campos, Conejo Pérez y Melvin Brown, entre otros, jugó una Copa Libertadores memorable en el 2001, ganándole primero a Cerro Porteño y después despachándose a 2 grandes de Argentina, primero a River y después en semis a Rosario Central en el gigante de Arroyito; y aunque la faena no pudo ser completada porque perdieron la final con Boca por penales, la máquina le jugó al tú por tú a los equipos importantes del continente. En la liga doméstica, en la década de los 70 's el Azul fue el equipo más ganador logrando 6 títulos de liga, más uno previo en la temporada 68-69. Siete campeonatos en 11 años no es poca cosa.

Desde la llegada de Anselmi el resurgir del Cruz Azul se ha gestado de forma inequívoca, y es que si bien la máquina tiene un buen plantel, hay una gran virtud de parte del cuerpo técnico en estar sacando la mejor versión de cada jugador en la cancha. No es coincidencia que 6 jugadores de la máquina estén citados por Aguirre para los partidos de Nations League, incluído el cuate Sepúlveda, de quien se alegró todo el vestuario azul cuando Anselmi lo nombró en esa lista.  Ni en América, ni en Tigres, ni en Rayados se nota una sinergia como la que hay en el equipo de la Noria. Hay además líderes dentro del grupo que se comportan a la altura del club grande en el que juegan; Rotondi y Rivero nunca le niegan autógrafos a la gente y lo dejan todo en cada partido. Hay otros jugadores como Piovi, Mier y Faravelli que son piezas valiosísimas del rompecabezas del técnico argentino por los roles que desempeñan en ciertas fases del juego y sectores de la cancha. Jugadores como Romo, Charly, Alexis Gutiérrez y en su momento el propio Huescas, han sido potenciados en el equipo que dirige Anselmi, haciéndolos más inteligentes en la cancha y ayudándolos a interpretar mejor el juego.

La sinergia entre afición y equipo es brutal, los fieles cementeros llenan el estadio Ciudad de los Deportes cada 15 días y disfrutan en la tribuna de ver a su equipo jugar bien al fútbol, que en definitiva, debiera ser uno de los objetivos primordiales de todo club de fútbol.

Más allá de que en la última jornada contra Tigres pueda imponer un nuevo récord de puntos en torneos cortos, vale la pena citar lo que para Andrés Araujo, fiel aficionado de la máquina, representa hoy en día irle a su equipo:

“Quizá el Cruz Azul es solamente un vehículo para encontrarnos con los otros: descubrir lazos, amistades, cariño. Compartir equipo es un pretexto para compartir muchas otras cosas, a veces de manera inconsciente”.

Salve el buen fútbol, salve los equipos que juegan como el Cruz Azul de Anselmi, porque se convierten en pretextos para encontrarnos, para abrazarnos.

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