Marco Alonso Verde

A los juegos olímpicos los atraviesan circunstancias únicas y muy distintas a los calendarios y ritmos deportivos que solemos consumir. De parte del televidente o del aficionado deportivo, seguir a tu equipo de baseball, basquetball, fútbol americano o fútbol es un ritual de cada fin de semana, y estos juegos ocurren a otra velocidad, son más bien una invitación a la paciencia y una oda a la espera.  Por su parte, los deportistas se adentran en un régimen de vida que implica cambiar su alimentación, sus calendarios, sus horarios, sus hábitos.  Preparar durante años su cuerpo y su mente para que la mayoría concluya que si no se gana una medalla es un fracaso resulta, por decirlo menos, injusto.

Tenemos además una deuda con los deportistas nacionales, y aunque es verdad que muchos de los deportes de los juegos no son los más populares o llamativos, el nacionalismo que despiertan las olimpiadas en cada país debería de ser un buen motivo para lograr mayor empatía con los deportistas, mayor interés en saber quienes son esas personas que durante un par de semanas se ponen un uniforme con la bandera de nuestro país y salen a representarnos y a intentar ganar en su disciplina ante los ojos del mundo.

Para nuestro inmenso boxeador sinaloense Marco Verde, esta cultura de los juegos, del deporte, de la disciplina y de los guantes en un ring surgió desde una admiración, desde ese sincero e inevitable deseo que todos en algún momento de la infancia tenemos de parecernos, aunque sea un poco, a nuestro padre.

Don Manuel “Sammy” Verde, fue también boxeador olímpico. Él participó en las olimpiadas de Barcelona 1992 y aunque no logró lo que su hijo, es sin dudas una de las razones por las cuales, llegada la hora, Manu decidió inclinarse por el boxeo y no por el béisbol.

El camino a esa final no fue nada fácil, los mejores 20 boxeadores del mundo de la categoría de 71 kg dijeron presente en París y por eso el mexicano de 22 años literalmente no pudo bajar la guardia ni un solo segundo.

En octavos se midió ante el mozambiqueño Tiago Osorio Muxanga y logró el triunfo por marcador de 3-2, ya en cuartos le tocó enfrentar al indio Nishant Dev, y con sangre en la zona de la ceja y una remontada heróica logró imponerse con marcador de 4-1, en la semifinal, ya con el bronce asegurado; una vez más vino de atrás para en el último round recuperar la delantera y derrotar al larguirucho peleador de Gran Bretaña Lewis Richardson, en una pelea en la que el de Mazatlán fue para adelante con muchísimo ímpetu, dejando en claro que quería ese pase para pelear por la medalla de oro.

La forma en la que Marco Verde ha ganado sus combates sea tal vez un guiño, una muestra de la identidad que debemos abrazar en el deporte los mexicanos, siendo inteligentes, técnicos, atrevidos, resistentes y viniendo de atrás.

Ojalá no caigamos en ese lugar tan común de pensar que lo único que importa es ganar, de pensar que la victoria es la llave hacia la satisfacción y la felicidad, porque estar dentro de los mejores del mundo, ya es un montón, y detrás de cada deportista, hay un sinfín de cosas que los que nos sentamos a mirar los deportes tal vez nunca podamos entender, simplemente porque nunca viviremos algo igual.

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