Cuarenta y ocho años antes de lo que sucedió el domingo pasado, Menotti sacó campeón del mundo a Argentina por primera vez. En palabras de Eduardo Sacheri: “Menotti fue imprescindible para que la Selección Argentina alcanzara el escalón de las más grandes potencias del fútbol mundial. Eso, que hoy naturalizamos, nació con él”.
Treinta y dos años antes de que se consumara ese triste domingo para el fútbol, Menotti aceptó la responsabilidad de dirigir a la selección mexicana después de que el Tri no logró clasificarse a Italia 90 por la sanción de los cachirules. Cuenta Ricardo Anaya que el flaco les dio una clase a los que estudiaban para ser técnicos en ese entonces en la que aseguró que el futbolista mexicano tendría que retomar las virtudes de los campeones mundiales del boxeo. Inteligentes, atrevidos, resistentes, técnicos y viniendo de atrás.
Al entrenador rosarino le prometieron un proyecto serio y sólido. Menotti intentó agremiar a los entrenadores, fortalecer el gremio de futbolistas, comandar una lucha que le tocaba a los entrenadores, periodistas y jugadores en turno respaldar y continuar. César se marchó un año después diciendo que no recibió el apoyo que necesitaba de la gente que tenía que apoyarlo, que la cobardía y la traición le dolían mucho.
Otro puñado de años antes, en plena dictadura, Menotti firmó la solicitada pidiendo por la publicación de los nombres y el paradero de los desaparecidos junto a Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Oscar Alende, Raúl Alfonsín, Hermenegildo Sábat y Ernesto Sabato, entre otros. Fue el único hombre del fútbol que puso el nombre en ese texto que provocó tanta rabia a los militares que pidieron su cabeza. “Es el técnico de la Selección nacional, no puedo echarlo”, lo defendió Grondona quien después, en la intimidad, le recriminó al Flaco su decisión: “A Borges no lo conoce nadie, vos sos Menotti”.
Cinco años antes de que Menotti dejara el mundo, asumió como arquitecto del plan de reivindicación del estilo de juego argentino creando un contexto ideal para que el cuerpo técnico de la selección y sus jugadores, pudiesen comandar el regreso de esa forma de jugar que ellos mismos denominaron la nuestra. “Hicimos una reunión en mi casa para ver cómo era el proyecto y le planteé que a nivel de Selección no se puede firmar un contrato por tres meses, que lo que había que definir era un contrato hasta el fin de las Eliminatorias y si se consigue la clasificación directamente va a dirigir el Mundial. ¿Por qué estuve cerca de ellos? Porque son jóvenes, estudiosos, no venden humo”. Argentina ganó la Copa América en Brasil y el campeonato del mundo en Qatar con Menotti como director de selecciones.
Un día antes de que se fuera Menotti perdimos un partido en la hora 4-3, la gente salió molesta. Esa misma gente hubiese asimilado de forma muy distinta la derrota si hubiesen escuchado al flaco declarando cuando asumió su último cargo en la AFA: “nos creímos que el éxito nos iba a salvar, y nadie lo garantiza, el éxito nuestro tiene que ser encontrar un equipo que salga la gente enojadísima y que diga, cómo perdimos este partido, y que el amigo le diga: bueno, pero jugamos bien… Hemos llegado a la ridiculez de decir, a mi lo único que me importa es ganar”.
El día que murió Menotti apareció un pájaro muerto en mi ventana, fue la vez que más cerca he presenciado el término de la vida, como si hubiese estado ahí para que pudiese palpar la muerte del entrenador al que más admiro, de forma más cercana.
Él nunca se creyó el Mesías, ni el héroe, ni el más importante, simplemente sabía que le había tocado la suerte de haber estado en el lugar correcto en el momento indicado, y de haber estado respaldado por mucha gente que creía en esas ideas, porque él mejor que nadie sabía que solo, no se llega a ningún lado. Alguna vez dijo que su tranquilidad residía en poder decirle a Pedernera que había cumplido, la de nosotros, los que amamos el juego y seguimos acá, consistirá ahora en poder decirle a Menotti que cumplimos.
Descanse en paz, maestro.