El América contra Chivas del pasado miércoles fue un partido emocionante, no solo por lo que conlleva jugar un clásico nacional, sino porque era tal vez la mayor prueba hasta ahora que ha tenido Gago y su cuerpo técnico al mando del rebaño. Para el América era una inmejorable oportunidad de dar un golpe sobre la mesa en un torneo internacional, parecido al que ya había dado en la liga doméstica tras haber vencido a un Cruz Azul bastante sólido.
El propio Jardine admitió que esperaban dos o tres posibles escenarios distintos a lo que las Chivas mostraron en el partido contra Cruz Azul en esa dura derrota por 3-0. El planteamiento elegido por el cuerpo técnico argentino fue el de jugar con tres centrales, metiendo a Torres como ‘stopper’ por derecha, “Chiquete” por izquierda y Briseño como líbero. Los carrileros fueron Mozo y Mateo Chávez; en media cancha Guti de volante defensivo con sus 2 interiores habituales, “Pocho” Guzmán y el “Nene” Beltrán. Adelante jugaron el “Piojo” Alvarado y Ricardo Marín.
Los primeros minutos se percibió perfectamente cuál fue la intención de ese 5-3-2 defensivo: esperar al América en bloque medio, inclusive por momentos en bloque bajo, siempre y cuando pudieran una vez recuperada la pelota, llegar al área rival con pocos pases. El plan no parecía para nada descabellado, sobre todo considerando que el América tiene mucha calidad en su plantilla. Pero toda estrategia depende de los jugadores que la ejecuten, y pienso que el plan de partido de Gago tuvo dos grandes fisuras dentro de la cancha. La primera, Torres como tercer central. Más allá de que el penal a Quiñones fue muy dudoso, entregó un par de veces en salida balones muy comprometidos a Erick Gutiérrez. Ese tipo de pases con el rival tan cerca y tan alerta, deben de ser quirúrgicos, con la fuerza justa y entregando a la pierna que el receptor tiene más alejada del rival que va a presionar. También es verdad que Alan tuvo mala suerte, según estadísticas de SOFASCORE, el volante reconvertido a central cometió dos faltas en todo el juego, ambas de tarjeta amarilla para ganarse la expulsión.
La segunda fisura en el plan fue Ricardo Marín, quien aun demostrando ser un jugador muy solidario jugando siempre para el equipo, no pudo ayudar a los suyos para atacar directo, ya Sebastián Cáceres e Igor Lichnovsky fueron unos toros en el fondo de la zaga azulcrema. Tanto el uruguayo como el chileno ganaron todos los duelos aéreos que disputaron en el partido y no fueron regateados ni una sola vez en todo el encuentro.
Chivas atacó poco en el partido, y las veces que se encontraba en cancha rival y perdía la pelota, intentaba hacer una presión tras pérdida bastante intensa, pero aquí es donde para mí se notó muchísimo la calidad de futbolistas y lo bien entrenado que esta el América. Los jugadores rojiblancos intentaron defender hacia delante y los capitalinos se escabulleron de esa presión dando un concierto de controles orientados, pases cortos, regates, pases entre líneas, descargas de primera, y todos aquellos gestos técnicos que sirven para deshacerse de los embates del rival.
Para mí, los mejores jugadores del rebaño en este juego de ida, pensando más en un análisis cualitativo que uno cuantitativo, fueron el “Piojo” Alvarado y “Chiquete” Orozco. Aun cuando diera la sensación de ser más alto, el “Piojo” mide tan solo 1,76 m y como afirma el gran Memo Navarro: “Alvarado es buenísimo utilizando el cuerpo para cubrir el balón o disputarlo, a pesar de que su complexión pudiera indicar lo contrario. Muchas acciones de su juego se basan en lo que hace después del contacto con el rival”. Esos controles y esa forma de aguantar al rival a sus espaldas, me hace recordar mucho a Riquelme. El “Chiquete”, por su parte, fue el que entendió mejor su rol en esa línea de tres centrales, pudiendo desprenderse de la misma ante algún inminente espacio aprovechable y siendo muy agresivo en los duelos que disputó, tanto en tierra como por vía aérea.
La sensación con la que dejó a la mayoría este clásico fue la de que el América es mucho mejor equipo que el rebaño, y lo cierto es que en este partido de ida, el Ave jugó mejor y la suerte estuvo de su lado, porque hasta Naveda sacó un fortísimo disparo al palo que le dio la posibilidad al Ame de irse con ventaja de tres goles en el marcador.
Lo hermoso que tiene el futbol es que nada está escrito, veremos qué pasa el próximo miércoles cuando el chiverío salte a la cancha con valentía en busca de revertir el resultado.