América campeón

“El futbol existe porque nos iguala, y eso lo vuelve indestructible”

 

Ezequiel Scher

 

 

 

Existen sucesos que se explican a través de la ciencia, de la lógica o de la historia. Existen otros que, aunque más simples, tal vez sean más complejos de explicar, y que inclusive, en nuestro afán por definirlos, podríamos terminar por disolverlos, o por opacar con las palabras aquello que la acción dice por sí misma. Las emociones desencadenadas tras el desenlace de las dos finales entre Tigres y América, es un gran ejemplo de lo anterior.

Ambos partidos, tanto el jugado en el Volcán como el definitorio en el Azteca, fueron muy parejos, tal vez la ida haya sido un poco más vertiginosa por el deseo de Tigres de obtener una ventaja previa a su visita a la capital, pero con el empate a 1 gol en el marcador; en la vuelta pesó más el miedo a perder que el deseo de ganar.

El deseo de ganar en un equipo grande pareciera una obviedad, el aura y el entorno del club te lo hacen saber desde el primer día; sin embargo, es también trabajo del cuerpo técnico despertarlo y transmitirlo constantemente. No cabe duda que tanto Santiago Solari como el Tano Ortiz sabían dónde estaban y conocían bien los objetivos del club, pero igual de importante que ese deseo de ganar  es la forma y el plan que se tiene para conseguirlo, por eso la llegada de Jardine y su cuerpo técnico tiene una gran importancia en este campeonato, los brasileños dieron con el clavo y lograron hacer jugar a este América por momentos, con un futbol pocas veces visto en los últimos tiempos en la liga.

Cada uno de los 11 engranajes elegidos por el técnico porto-alegrense hizo funcionar a la maquinaria americanista de principio a fin siendo líder del campeonato y por momentos, en ese torneo relámpago que fue la Leagues Cup, llevando al aficionado y al periodista a pensar que el único equipo que podría frenar al Miami de Messi era el ‘Ave’.

Un gran equipo es también aquel que tiene en el banco variantes de primer nivel; el paraguayo Richard Sánchez, el argentino Leo Fernández, los uruguayos Jonatan y Brian Rodríguez y el mexicano Kevin Álvarez, fueron también fundamentales para levantar esa copa. Por si fuera poco, Layún despidió su carrera como futbolista con un título en el equipo de sus amores.

El título azulcrema resuena, ya una semana después, en las calles de la ciudad de México y sus alrededores decorando el surrealista paisaje que abarca desde Polanco hasta Iztapalapa, que viste igual al hombre que almuerza en Reforma 222 con su pareja y a la señora que viaja en la línea 7 del metro con playeras de otras épocas, gorros para el frío, pantalones deportivos, mochilas, calcetines, sudaderas, banderas, estampas y fundas para el celular. El festejo del título también deambula en la ciudad virtual con fondos de pantalla, fotos de perfil de whatsapp, historias y tweets. El campeonato llegó también hasta la ciudad sensible, copando el Ángel de la independencia y suscitando abrazos entre familiares y amigos, esa felicidad es intangible y nos demuestra, una vez más, que a veces las cosas que no sirven para nada, también son importantes.

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