Carta a Marcelo Bielsa

Estimado Marcelo,

Lo primero que quisiera aclarar es que en ese saludo, de ninguna manera falté a la verdad por cumplir un protocolo, ya que si bien no tengo el placer de conocerlo en persona, es usted un ser al que estimo por sus ideas y su honesto proceder. Soy una persona, además, acostumbrada a practicar la estima a distancia, ya que toda mi familia y mis amigos de la infancia viven a casi ocho mil kilómetros de Montevideo, la ciudad que habito desde hace dos mundiales.

Quisiera decirle que hice los trámites y las gestiones correspondientes para poder asistir a la conferencia de prensa en la que fue presentado como técnico de la selección uruguaya el pasado miércoles 17 de abril en el estadio Centenario, razón por la cual, el día lunes recibí un correo con mi acreditación, sin embargo, a las 21:39 del día siguiente, recibí otro correo con razones que la gente de prensa de la AUF me intentó hacer entender sin lograr su cometido, por las cuales no podría asistir a la conferencia. Dadas mis obligaciones laborales y personales, opté por aceptar esa decisión, lo cual me llevó a hacer las actividades que habitualmente realizo cualquier miércoles, y con auriculares y celular en mano, miré la conferencia de prensa en un ómnibus del centro a Portones. Cuando escuché su anécdota del micro desde Carrasco con su esposa, no pude más que conmoverme e intentar trasladar esa óptica a lo que estaba viviendo en ese momento.


Marcelo, si bien yo no soy uruguayo, soy un hincha del fútbol como tú, pienso que la forma más importante que tengo de explicarme lo que veo a través de mis ojos es a través del fútbol, y entiendo que uno debe de ejercer su profesión o su oficio, sea cual sea, lo mejor posible y que uno también debe poner atención en los mínimos detalles a la hora de tratar con el otro, y que aun cuando esas mínimas acciones parecieran insignificantes, son fundamentales porque “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.


Marcelo, en tú conferencia hablaste de la importancia de los ídolos para el pueblo, y también de la importancia que tiene copiar lo bueno y entonces me cuestiono, si uno empieza a copiar mucho algo de alguien, ¿Hay algún momento en el que de tanto copiar se empieza a admirar? ¿O cuál es la razón por la que uno admira a alguien a tal punto de que se vuelva su ídolo? ¿Nuestros ídolos son solo los caudillos? ¿Dónde está la línea entre lo que uno quiere copiar y lo que uno empieza a admirar? Pienso que tú tendrás una buena respuesta a esas preguntas, lo que a mi se me ocurre es que la diferencia está en que uno copia aquello más atribuible al conocimiento o a la habilidad y que uno admira lo atribuible al ser.

Pienso que eres un tipo que sabe aprovechar su lugar de figura pública para elegir bien el entorno en el que va a trabajar, y lo haces sabiendo que tienes la capacidad de mejorarlo, y sin ser uruguayo, te agradezco por haber elegido acá. Porque no importa el color de la camiseta del equipo que dirijas, el hecho de que estés acá tan cerca es algo valioso y alentador para los que a veces nos tachan de ingenuos por ser idealistas. Gracias por la audacia, la honestidad, la paciencia y la cintura, digna de un gran regateador, para responder a todas esas preguntas el día de hoy, eso es algo por lo que te admiro y que quisiera copiar pero que pienso te lo da sobre todo la experiencia.


Ojalá que a tu equipo le vaya muy bien, Marcelo.

Sinceramente, Pablo

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