El día que Argentina le ganó 3-0 a Croacia escuché a la filarmónica tocar tango en una placita. Mientras miraba bailar a los vecinos del barrio, pensé en Enzo Fernández y en Otamendi, pero también en la tristeza de Modric por la melancolía que suele transmitir esa música rioplatense. En el partido que jugaron Francia y Marruecos me paré a aplaudir la heróica, agresiva y necesaria barrida de Amrabat a Mbappé porque la entendí como una jugada emocionante, y también porque Amrabat, más allá de lo que hagan Griezmann, Messi o Mbappé en la final, fue mi jugador favorito de este mundial.
Se nos acaba el mundial, y me es inevitable recordar las palabras que alguna vez le escuché decir al gran Imanol Martínez, escritor queretano de culto y aficionado al Barca “El mundial es como un buen amor de verano, lo disfrutas porque tarda en llegar y porque sabes que no es para siempre”. ¿Qué si es para siempre? Se termina el mundial pero no sin antes regalarnos una final maravillosa en la que dos equipos que entienden a la perfección la lógica del juego y que además ponen a disposición su excelente calidad técnica para ejercer una táctica con patrones pero también y sobre todo con mucha libertad, intentarán levantar la copa más deseada de todas.
Por un lado tenemos a la Argentina y a su hinchada, o como los bosteros la bautizaron, el jugador número 12. La albiceleste llega a esta final con una gran dirección de campo de parte de Scaloni, Samuel, Ayala y Aimar, no solo porque en cada partido han sabido adaptarse a los distintos escenarios, sino porque han resuelto situaciones con tácticas que para estos tiempos, parecerían obsoletas. Por ejemplo, en el partido contra Croacia uno de sus patrones más reconocibles era que había un gran espacio entre la línea de medios y de defensas, y que los dos contenciones (Enzo y Paredes) dejaban inclusive un hueco en el medio, esto para que sus dos centrales, que son buenísimos, jugaran a anticipar o bien, a ganar el duelo. Para muchos equipos, esto sería asumir un gran riesgo, pensemos en Marruecos por ejemplo, pero Argentina jugó a eso y tanto Otamendi como Romero, respondieron. Además, es bien sabido que tu forma de defender determina cómo gestionas la siguiente fase del juego una vez que recuperas la pelota, es decir, tu ataque. El 86% de los goles que se marcaron en la pasada copa libertadores y Champions League a partir de transiciones, fueron transiciones que nacían en los carriles interiores [dato del entrenador español Javier López López] y si a esa virtud le suma la de Julian de estar constantemente buscando el espacio en profundidad, había muchas posibilidades de generar daño.
En la vereda de enfrente está la poderosa y tal vez favorita Francia. Una de las cosas que más impresiona de este equipo es que aún sin Pogba, Kanté, Benzema, Lucas Hernandez y Nkuku, tienen jugadores de una calidad tremenda para suplir a los talentosos antes mencionados. Aurélien Tchouaméni juega con una clase y una sobriedad digna de los mejores volantes de la historia, es dificilísimo de parar en conducción, tiene remate de media distancia y además, una gran visión de juego. Ni que hablar de Kylian que, a los 23 años podría ser ya bicampeón del mundo, siendo un jugador que ha sabido añadirle varias cosas más al repertorio con el que contaba hace 4 años. Pero sin dudas mi favorito del cuadro de Deschamps es Griezmann, quien, como asegura Victor Martín “No juega para la galería ni necesita irse de su par tres veces por partido. Su fútbol va más allá. Con y sin balón, es práctico, hace lo que hay que hacer en cada momento”. Colectivamente a Francia pareciera no le incomoda ninguna fase del juego porque sabe hacerte daño desde todas ellas, inclusive cuando defiende por varios minutos hace que el rival se desgaste para después, en una contra o en una posesión con juego combinativo, hacerte un gol.
Es la final que la gente quería, es el último mundial de Messi, es el último campeonato con 32 equipos, es la final de la copa del mundo. A disfrutar.