Messi jugó su partido número mil y a todos se nos vienen a la mente momentos increíbles de Leo en una cancha driblando, cabeceando, engañando al rival, asistiendo al compañero, pateando tiros libres, conduciendo a una velocidad infernal siempre con la pelota atada al pie, esquivando patadas, aguantando patadas, llorando tras haber perdido, sonriendo con sus amigos tras haber ganado, haciendo goles de todos los colores y deleitándonos con su asombrosa, brillante e inagotable creatividad ya sea con la camiseta de su amado Barca, del PSG y de su entrañable selección argentina.
Pero ya que nos encontramos en tiempos mundialistas, quisiera resaltar una de sus últimas y tal vez no tan visibles proezas, ya que exige una visión más profunda no solo suya sino de todo su equipo. Me llama además mucho la atención por la complejidad que ella implicaba.
Argentina venía de perder el primer encuentro contra Arabia en lo que fue la mayor sorpresa de la fase de grupos, y había perdido traicionándose a sí misma, tal vez en la declaración de Scaloni previo al mundial sobre que los últimos campeones no necesariamente desplegaron un fútbol ofensivo y vistoso, podamos encontrar una respuesta a la forma de jugar por la que optaron. Argentina, la mejor Argentina de los últimos meses se organizaba a través del balón creando sociedades por dentro, “haciendo que receptor tenga compañero doblándole, opción de retroceso y otro cercano llegando. Sacudirse así la presión de encima y poder empezar a fluir”. En el mundial la albiceleste llevaba 150’ (90 contra Arabia y 60 contra México) sin encontrarse. Si México ganaba ese partido, los dejaba fuera, y entonces fue cuando el chiquitito con la 10, en su juego número 998, empezó a cambiar el rumbo, y no me refiero al gol, en palabras de @jordibp29 “Messi hizo una de las cosas más difíciles que existen en toda la complejidad de un juego colectivo: devolver a tu propio equipo al lugar que siente y necesita. Ponerle delante del espejo y que reconozca su fútbol de nuevo… Recupera un equipo que había olvidado su esencia y poquito a poquito lo va juntando pieza por pieza. Gráfica y figurativamente. No es que lo empiece a hacer jugar bien; le permite volver a ser él”.
En ese partido Messi demostró su liderazgo y su influencia global en el juego ante escenarios que no le son convenientes, Messi tuvo la valentía, el atrevimiento y la inteligencia de cambiar la partitura, y que un jugador haga eso, es lo más valioso que te puede dar alguien dentro de una cancha. Así lo dijo Juan Manuel Illo en la más reciente entrevista publicada en The Athletic: “Los mejores jugadores se juntan en el fútbol de selecciones, y gracias a Dios no son atrapados ahí por la omnipotencia del entrenador, porque no hay mucho tiempo para entrenar. Resulta hermoso cómo los entrenadores no pueden cambiar el juego tanto en una copa del mundo como los que realmente importan, los jugadores”. Leo, es un emblema de la frase anterior. Y desde acá, festejamos sus 1000 partidos con estos versos de Agustín Lucas:
100 camisetas más de mil partidos
en la callecita o en el baldío
más de mil historias mas de mil amigos
no importa más nada, si tú estás conmigo
Pelota, gallina, guinda, globa
canto las canciones que el corazón me roba
hecho de lamentos y de bromas